miércoles, 1 de noviembre de 2017

Después de la tempestad…

Todos aquellos que hayan tenido la oportunidad de hacer una travesía por mar, grande o pequeña, sabrán de las dificultades que puede llevar consigo la gobernanza de una embarcación cuando las condiciones de la mar no son las óptimas, no son en aguas tranquilas.

A las corrientes adversas podemos sumarles las malas condiciones de visibilidad, los vientos huracanados, las olas de más de diez metros, los objetos flotando a la deriva o las averías en alguno de los sistemas de navegación. Con este puzle solo los buenos capitanes con buenas tripulaciones aciertan a llevar su barco a buen puerto.

En la vida política española de los últimos tiempos, y especialmente en estas fechas donde nos está tocando vivir toda clase de despropósitos y comportamientos esperpénticos y surrealistas, la comparación con la vida a bordo de un barco se me antoja muy ilustrativa.

La crisis vivida en Cataluña es equiparable a la peor de las tormentas. A las estrategias suicidas en términos políticos hay que sumar los incumplimientos de la Ley - debería decir de varias e importantes leyes - los acosos a todos cuantos no piensan como ellos, incluidos los realizados a los miembros de cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado o los funcionarios de Justicia y también en los centros escolares, la manipulación informativa cargada de odios y mentiras en los medios de comunicación públicos de la Comunidad Catalana, la grotesca representación cual tragicomedia de un simulacro de votación llamada referéndum en la cual no se dio ninguna de las mínimas garantías de control democrático - baste recordar que se votaba donde se quería y cuantas veces fuera necesario - la vulneración en su Parlamento de todos los derechos y garantías de los diputados de la oposición, incluidas las faltas de respeto a sus propias normas de funcionamiento y haciendo caso omiso de los informes de los letrados, y un largo etcétera hasta llegar a la sedición y demás faltas cometidas por el presidente del gobierno de esa Comunidad y por cuantos le acompañan en la toma del conjunto de estas decisiones.

Si trasladásemos esta situación a nuestro ejemplo marinero, el barco de la nación española en el que viajamos todos los españoles y que cuenta con una experta tripulación bajo el mando del capitán Rajoy, ha tenido que enfrentarse en los últimos días de travesía a las peores borrascas imaginables, con responsables de alguna de las partes de esa gran embarcación desoyendo y vulnerando sus funciones, con personas empeñadas en que pudiera entrar el agua en muchos de sus compartimientos poniendo en peligro la estabilidad del buque, y lo que es peor, haciendo llamamientos al amotinamiento en momentos de grave peligro.

Afortunadamente para España contamos con un lobo de mar al timón, unos oficiales leales y expertos y, sobre todo, con una gran mayoría de pasajeros respetuosos con las normas de convivencia a bordo. Por ello estoy convencido de que cuando terminen las galernas que todavía queden por venir y los insurrectos paguen por lo que han hecho, después de la tempestad... vendrá la ansiada calma.


Despois da tempestade…

Todos aqueles que tivesen a oportunidade de facer unha travesía por mar, grande ou pequena, saberán das dificultades que pode levar consigo a gobernanza dunha embarcación cando as condicións da mar non son as óptimas, non son en augas tranquilas.

Ás correntes adversas podemos sumarlles as malas condicións de visibilidade, os ventos tempestuosos, as ondas de máis de dez metros, os obxectos flotando á deriva ou as avarías nalgún dos sistemas de navegación. Con este quebracabezas só os bos capitáns con boas tripulacións acertan a levar o seu barco a bo porto.

Na vida política española dos últimos tempos, e especialmente nestas datas onde nos está tocando vivir toda clase de despropósitos e comportamentos esperpénticos e surrealistas, a comparación coa vida a bordo dun barco antóllaseme moi ilustrativa.

A crise vivida en Cataluña é equiparable á peor das tormentas. Ás estratexias suicidas en termos políticos hai que sumar os incumprimentos da Lei - debería dicir de varias e importantes leis - os acosos a todos cuantos non pensan como eles, incluídos os realizados aos membros de corpos e forzas de seguridade do Estado ou os funcionarios de Xustiza e tamén nos centros escolares, a manipulación informativa cargada de odios e mentiras nos medios de comunicación públicos da Comunidade Catalá, a grotesca representación cal traxicomedia dun simulacro de votación chamada referendo na cal non se deu ningunha das mínimas garantías de control democrático - baste lembrar que se votaba onde se quería e cantas veces fose necesario - a vulneración no seu Parlamento de todos os dereitos e garantías dos deputados da oposición, incluídas as faltas de respecto ás súas propias normas de funcionamento e facendo caso omiso dos informes dos letrados, e un longo etcétera ata chegar á sedición e demais faltas cometidas polo presidente do goberno desa Comunidade e por cuantos acompáñanlle na toma do conxunto destas decisións.

Se trasladásemos esta situación ao noso exemplo mariñeiro, o barco da nación española no que viaxamos todos os españois e que conta cunha experta tripulación baixo o mando do capitán Rajoy, tivo que enfrontarse nos últimos días de travesía ás peores borrascas imaxinables, con responsables dalgunha das partes desa gran embarcación desatendendo e vulnerando as súas funcións, con persoas empeñadas en que puidese entrar a auga en moitos das súas compartimentos poñendo en perigo a estabilidade do buque, e o que é peor, facendo chamamentos ao motín en momentos de grave perigo.

Afortunadamente para España contamos cun lobo de mar ao temón, uns oficiais leais e expertos e, sobre todo, cunha gran maioría de pasaxeiros respectuosos coas normas de convivencia a bordo. Por iso estou convencido de que cando terminen as galernas que aínda queden por vir e os insurrectos paguen polo que fixeron, despois da tempestade... virá a ansiada calma.

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